Una brutal agresión en Zaragoza ha culminado con una condena de tan solo cuatro años de cárcel para Mohamed Hyiban, un argelino de 28 años, por un delito de lesiones. La sentencia, dictada por la Sección Primera de la Audiencia Provincial, detalla que propinó «fuertes bofetadas», azotes con un cable en las piernas y «violentos puñetazos» a su expareja en una vivienda okupada en la calle Doctor Alejandro Palomar.

Aunque la víctima denunció inicialmente dos agresiones sexuales, en el juicio las desmintió, alegando «extorsiones» policiales. La Sala no ha dado credibilidad a esta versión, considerándola «absolutamente inverosímil», y ha ordenado deducir testimonio por posible falso testimonio. La madrugada del 9 de noviembre de 2024, la joven llegó «temblando» al Albergue Municipal, buscando ayuda.

En su declaración, una de las policías locales que la asistió relató: «Le costaba respirar, estaba muy nerviosa y agitada. Nos dijo que escapó de una casa donde su expareja le pegó y la maniató. Tenía magulladuras en la cara». La gravedad de las heridas era evidente, con marcas visibles y un dolor intenso que requería atención inmediata, lo que llevó a su traslado a Urgencias.

Las médicas forenses confirmaron la severidad del caso: «Tenía la mano marcada en la cara y un dolor costal notable. Podría haber fallecido». La joven sufrió una costilla fracturada, neumotórax y múltiples contusiones, necesitando tratamiento médico y quirúrgico urgente con ingreso hospitalario, en una situación de «riesgo vital», según la sentencia de Alfonso Ballestín.

El fallo no incluye indemnización, ya que la víctima renunció a acciones civiles y penales. Sin embargo, se mantiene una orden de alejamiento de 200 metros por nueve años y la prisión provisional del acusado, en situación irregular en España. Asistido por Carmen Sánchez Herrero y Luis Ángel Marcén, Mohamed Hyiban enfrentaba inicialmente 37 años de cárcel.

El día de los hechos, un policía nacional relató ante el tribunal: «Ella me dijo: 'ha sido el Moha, que es un hijo de puta'. Estaba muy mal, es de lo peor que he visto». La fiscal excusó a la víctima por su retracto, atribuyéndolo al «miedo al acusado», quien, según la acusación, cometió graves abusos.

El escrito de la Fiscalía detalla los hechos: «Le introdujo sus dedos en la vagina mientras le decía: ¿ves cómo has follado? Luego, sin consentimiento, le bajó los pantalones y la penetró analmente». Estos actos han marcado el desarrollo de un juicio de extrema gravedad.

Una de las policías locales del Albergue Municipal recordó: «Llegó pidiendo ayuda, temblando; le dimos una manta. Dijo que su expareja la había pegado y atado con un cable». Su compañera añadió que presentaba magulladuras en la cara y dificultades para respirar.

Las médicos forenses que examinaron a la víctima confirmaron la rotura de una costilla y un neumotórax. «Tenía marcas en la cara y un fuerte dolor costal; podría haber fallecido», indicaron tras trasladarla de Ginecología a Urgencias del hospital Miguel Servet.

Durante el juicio, la fiscal señaló que el cambio de versión de la víctima se debía a «el miedo que le tiene al acusado». La sentencia menciona «indicios de haber faltado a la verdad», ordenando remitir el caso al Juzgado Decano para investigar si incurrió en falso testimonio o desobediencia ante la justicia.