La celebración de la fiesta del Aguachinado en San Adrián, Navarra, se vio ensombrecida esta pasada noche por episodios de violencia. Decenas de individuos de origen magrebí irrumpieron en el evento, desencadenando momentos de gran tensión que derivaron en peleas y enfrentamientos con los asistentes.
El incidente dejó al menos cuatro personas heridas. Vecinos de la localidad han denunciado que la agresión parecía premeditada y organizada, lo que ha incrementado la percepción de inseguridad entre los habitantes de la zona durante las festividades.
Testimonios locales refuerzan la idea de que el grupo llegó con intenciones claras de generar disturbios. «No fue algo puntual, sabían a lo que venían», han afirmado algunos testigos, reflejando el temor y la frustración de una comunidad que esperaba disfrutar de su celebración sin altercados.
En redes sociales han comenzado a circular vídeos que capturan la crudeza de los enfrentamientos, mostrando peleas multitudinarias y ataques directos a vecinos. Aunque las imágenes han generado indignación, hasta el momento no se han confirmado detenciones oficiales relacionadas con los hechos.
Este suceso ha avivado el descontento social en la Ribera y otras áreas de Navarra. Muchos vecinos expresan su hartazgo ante la falta de control sobre la llegada de inmigrantes ilegales y la gestión de menores no acompañados.
La tensión no es exclusiva de San Adrián. Esta semana, en la cercana Marcilla, donde opera un centro de acogida de menores inmigrantes, también han surgido conflictos. Este tipo de incidentes alimenta un malestar que se extiende por diversos pueblos navarros.
El clima de crispación se hace cada vez más evidente, no solo en pequeñas localidades como San Adrián y Marcilla, sino también en la capital navarra. La combinación de estos episodios refleja una problemática social que exige respuestas urgentes por parte de las autoridades.