El camino hacia la radicalización de dos hermanas españolas de 19 y 21 años, detenidas en Alcorcón, comenzó con una relación amorosa. El chico introdujo a una de ellas en la ideología extremista del Estado Islámico. Aunque la relación terminó, ella adoptó estas ideas, abandonó su trabajo y se aisló con personas de su misma religión.
Este proceso ocurrió a pocos minutos de la estación de Alcorcón Central, en un barrio de nueva construcción. La familia, descrita por vecinos como «amable y trabajadora», parecía ajena al fanatismo. La hermana mayor involucró a la menor, y juntas promovieron posturas extremistas, según la Policía Nacional.
Las jóvenes fueron arrestadas en una operación de la Comisaría General de Información, con apoyo de la Brigada Provincial de Madrid. Vivían con sus padres y hermanos, desconocedores de sus ideas. Tras el arresto el lunes, el juez ordenó prisión para la mayor y libertad para la menor.
Fuentes policiales revelan que crearon una red de adeptos, física y virtual, como una «academia yihadista». La mayor dedicaba hasta 12 horas diarias a esta labor desde su móvil, lo que le costó su empleo. Su obsesión por el predicamento religioso era total, según los informes.
Operaban en una estructura multinivel. En los niveles iniciales captaban mujeres para «aprender religión» mediante grupos de WhatsApp con unos mil seguidores. También usaban una asociación para difundir su mensaje, enfocándose en la comunidad musulmana de Madrid.
La asociación organizaba actividades en mezquitas con presentaciones en PowerPoint, materiales didácticos y tardes de juegos infantiles. Según GRAN MADRID, su objetivo era fortalecer la umma en la Comunidad de Madrid, promoviendo una visión radical desde el inicio.
En los niveles básicos, su discurso parecía cotidiano, con consejos sobre vestimenta y temas diarios. Sin embargo, citaban como referentes a autores como Ibn Taymiyya o Sayyid Qutb, vinculados a la yihad, lo que impregnaba su mensaje de radicalidad, según investigadores.
En niveles restringidos, bajo perfiles anónimos en redes, el discurso se volvía explícito sobre la yihad y el martirio. Compartían fotomontajes armadas y expresaban deseos de cometer atentados. También contactaron virtualmente con detenidos por terrorismo en España.
Se relacionaron con un grupo de hombres arrestados en Alcobendas que alabó su actividad. Una de las hermanas escribió en un grupo su deseo de «hacer la yihad» y «morir como mártir». Usaban nombres como «Ghuraba», que alude a musulmanes dispuestos a inmolarse.
En su proselitismo aplicaban la taqiyya, un concepto que permite mentir para protegerse. En un grupo, la menor compartió una foto elogiando a un yihadista y la mayor la reprendió. Este comportamiento refleja su estrategia para ocultar sus verdaderas intenciones.
Aunque eran españolas de nacimiento, hijas de padres marroquíes, usaban el castellano en sus redes de radicalización. En grupos restringidos compartían propaganda del Estado Islámico en árabe, mostrando un dominio de ambos idiomas en su actividad.
La operación policial se desencadenó al detectar una imagen modificada de la menor con una pistola y símbolos del ISIS. Los agentes destacan que la mayor había interiorizado la ideología yihadista, mientras la menor era más impulsiva en sus acciones.
Ambas asumían roles impuestos por la doctrina del Estado Islámico: captar, divulgar y esperar casarse para ser sumisas. Mientras, expresaban su anhelo de entregarse a la yihad y morir como mártires, según los mensajes interceptados por la Policía.