Una mujer a la que llamaremos Ángela, vivió una pesadilla en Biella (Italia), el pasado 7 de junio. Había comprado un piso en la ciudad y encargado una reforma a un inmigrante albañil egipcio. Aquel día, acudió a supervisar los trabajos junto a su hijo de 4 años, sin imaginar el horror que la esperaba.

Al llegar al domicilio, dejó la puerta abierta, pero al poco rato descubrió que el hombre la había cerrado y escondido las llaves. A pesar de sus súplicas para que les permitiera salir, el agresor ignoró sus ruegos, dejando claro que no había escapatoria para ella ni para su pequeño.

Ángela sufrió una primera agresión que le causó heridas, seguida de amenazas de muerte. El hombre usó una brida de electricista para intimidarla, insinuando que podía estrangularla si se resistía. Así, tuvo que soportar la violación y otros abusos, algunos ante la mirada de su hijo.

Por temor a ser asesinada y para proteger a su niño, Ángela decidió mostrarse sumisa tras el primer ataque. Con astucia, logró calmar al agresor y convencerlo de salir por la tarde a comprar comida, buscando una oportunidad para escapar de aquella situación de terror.

En ese momento, consiguió acercarse a un guardia de seguridad y pedir ayuda. El violador, al intuir la llegada de la policía, huyó precipitadamente. Varias patrullas policiales iniciaron su búsqueda, mientras los investigadores recogían pruebas en el piso.

La Fiscalía de Biella coordinó desde el primer momento las investigaciones. El fiscal, junto a la policía, escuchó el testimonio de la víctima y solicitó al juez la custodia cautelar en prisión, medida que fue concedida el 11 de junio para garantizar la seguridad de Ángela.

Los agentes, que ya vigilaban zonas de Milán donde se movía el sospechoso, intensificaron la búsqueda. Esa misma noche lograron detenerlo y trasladarlo al centro penitenciario de Biella.