En plena madrugada, cerca de las tres, una explosión sacudió a los residentes de la calle Grevesmühlener, en el distrito berlinés de Lichtenberg. Cuando los primeros agentes llegaron al lugar, los responsables del ataque a la sucursal del Banco Targo ya habían desaparecido. Artificieros y un técnico del banco acudieron sin éxito. «El techo quedó muy dañado, con restos de concreto y astillas por el suelo, y los cajeros vacíos», informó un reporte.

El método empleado resulta alarmantemente conocido. En Alemania, casi un cajero automático es reventado cada día con esta técnica. «Es una manera de obtener grandes sumas de dinero fácil si cuentas con los materiales idóneos y ocurre en toda Europa», lamenta un portavoz policial. Los explosivos utilizados incluyen triperóxido de triacetona (TATP) o mezclas de gases y pólvora negra, según investigaciones.

La operación está perfectamente coordinada. Tres individuos enmascarados se aproximan a un cajero, portando explosivos o bombonas de gas. Colocan el material o perforan la máquina para introducir el gas, se alejan y, segundos después, provocan la explosión. Recogen el dinero rápidamente y escapan en un vehículo con matrícula robada, preparado para la huida.

En los casos de detenciones, se han confiscado coches discretos modificados para alcanzar altas velocidades, con depósitos extra de gasolina conectados mediante mangueras, facilitando huidas transfronterizas sin repostar. Antes de cada asalto, cómplices estudian las máquinas, los suministros de efectivo y las rutas de escape. La mafia Mocro, de origen marroquí, organiza y reparte el botín.

Conocida como «Mocro» en argot neerlandés, esta organización criminal marroquí opera desde Marruecos, con fuerte presencia en Países Bajos, Bélgica y Alemania, extendiéndose por Europa. Se dedica al tráfico de cocaína y hachís a través de puertos como Rotterdam y Amberes, destacando por su violencia extrema con asesinatos y explosivos.

A veces, usan explosivos en exceso, llegando a derribar edificios. En un caso, una pared de bóveda fue proyectada a 30 metros de un cajero. La policía cree que estos actos también sirven como entrenamiento para los miembros de Mocro, estimando que unos 500 cajeros son atacados anualmente en Alemania con este método.

En 2022, la Oficina Federal de Policía Criminal registró un récord de ataques, con un botín estimado en 30 millones de euros, aunque los bancos evitan precisar pérdidas. En Berlín, explotan cuatro cajeros semanalmente. El 80% de los sospechosos son extranjeros y disponen de nacionalidades en Países Bajos, Alemania y Marruecos.

En ocasiones, las cámaras de vigilancia han ayudado a identificar a observadores previos a los robos. Tras un ataque al Postbank en Clevischer Ring, Colonia-Mülheim, cerca de Wiener Platz, se detectaron personas merodeando y se detuvo a dos sospechosos en Keupstraße, gracias a las grabaciones que orientaron la investigación.

Sin embargo, la policía ve los cajeros como un aspecto menor. La experiencia con explosivos se emplea en ajustes de cuentas, como el año pasado en Colonia, donde una cafetería y una tienda de moda, usadas como tapaderas para lavar dinero de una banda rival, fueron destruidas. Mocro es una de las 821 organizaciones criminales de Europol.

«Hablamos de un grupo con estructuras arraigadas en Europa desde hace décadas», alerta Dirk Peglow, jefe de la Asociación Alemana de Investigadores Criminales. Mahmoud Jaraba, del Centro FAU, añade: «Su disposición a la violencia es extrema». Explica que, aunque liderados por familias, no son grupos cerrados y dependen de redes internacionales.