Desde la pantalla de un teléfono móvil en movimiento, un hombre de origen africano se enfrentó a la justicia en un juicio por videollamada. La escena se desarrolló en un tribunal de Ourense, donde el acusado, ubicado en Cataluña, debía responder a cargos de estafa relacionados con un engaño que involucraba a un supuesto hijo en apuros.

El encausado, solicitado por la Fiscalía para una condena de un año de prisión, argumentó que sus obligaciones laborales le impedían acudir a un juzgado cercano para la conexión telemática. Sin embargo, su intento de posponer la sesión fue abruptamente interrumpido cuando, en medio del interrogatorio, preguntó a la jueza: «¿Estoy con clientes, puedo llamar en diez minutos?» La respuesta de la jueza fue de incredulidad: «¿Está de broma?» Le recordó que su ausencia sería considerada una renuncia a su derecho a estar presente en el juicio, dado que la petición de condena no superaba los dos años.

El acusado negó rotundamente haber cometido la estafa o haber suplantado la identidad del hijo del perjudicado. Según su versión, solo había recibido una transferencia de 2.200 euros en su cuenta bancaria, el monto defraudado, pero afirmó que no pudo acceder a los fondos debido a un bloqueo y que el dinero fue desviado a Bélgica sin su consentimiento y declaró: «El dinero no lo he tocado, ni lo he visto. Si lo hubiera hecho, asumiría las consecuencias».

La sesión no pudo concluir como estaba previsto debido a la ausencia tanto del denunciante, un testigo clave, como de un agente de policía. El encausado, impaciente, volvió a preguntar: «¿Va a tardar mucho?» Ante la necesidad de las declaraciones para sustentar la prueba, la jueza decidió suspender la vista a petición de la fiscal. La próxima conexión telemática del acusado está programada para marzo.